sábado, mayo 8

semilla

A Mercedes la conocí porque era ciega. Parapeteaba en los setos del parque cuando fui a dar con ella. Me describía al mismo tiempo que rozaba mis yemas con su frente. Mientras movía sus tensos ojos, de un lado al otro, me rozaba las mejillas con sus afiladas uñas. Una escena trágica pero cicatrizadora. Nos besábamos ferozmente, mientras la punta de nuestros labios hablaba de delirios. Tenia el cabello tan ensortijado que yo no paraba de querer desenredárselo. Iluso. Y Mercedes me contagió su ceguera, tánto, tánto que ahora nos besamos los ojos cuando fallamos la puntería.