Por el río ahora circulan las hojas que mordí ayer. Se van chocando con las piedras, perdiendo su color por el sol, volviéndose tristes con el cauce. Esperándolas está Raquel, a quien acordé mandarle un regalo atrasado, que sepa entregarse solo y que no ocupe espacio. Las flores son para ella, una para su cabello y otra para su jardín, aquel lugar donde jugábamos a ser estúpidos, donde pasábamos el tiempo admirando las nubes que se comían entre sí. Vuelvo a la casa y el agua hierve.
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