miércoles, octubre 26

acontecimiento de cuando el sábado se saltó el domingo

Por Jimena Córdova. Extraído de http://bit.ly/rIIbML
Los dos pescadores lanzaron sus cañas y señuelos al río caudaloso. En su asombro instantáneo y siguiente, vieron una luz al fondo, muy por dentro de los árboles, que los miraba y los entretenía con un breve vaivén.  

No se acercaron porque en este relato sea lo que deba pasar, sino porque el viento era tan fuerte que empujaba sus espaldas y ellos ya se encargaban de alternar los pasos. Llegaron. Había un pez gigantesco, echado sobre el piso, que no escupía la vida en agua y que más parecía hecho para la tierra. Los miró con un ojo, como si estuviera en una tabla de picar. Uno de los pescaderos pensó en comérselo y ya sazonaba sus hueveras en algún recipiente de su cabaña. El otro vio las intenciones de su acompañante.

Se lanzó sobre él mientras retiraba su repuesto para la caña, ese del que no había querido desprenderse en el río caudaloso porque se lo regaló su bisabuelo. Los ojos de su amigo estaban en trance, como si estuviera oyendo un rumor de aceite caliente, hirviendo y bajo el sol. Mientras el pez veía consumado su plan, ponía su ojo a la vista sobre ellos y trataba de hacer lo mismo con el otro.

Se irguió y pronunció: el pez es risueño cuando está echado; es húmedo y dúctil. Los pescadores son torpes cuando están despiertos: héroes y hambrientos.

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